Tuesday, June 12, 2007

Recursos Humanos


Hace un par de meses me harté de que la empresa pasara de mis peticiones de aumento de sueldo. Surgió una entrevista para el mismo puesto en una constructora importante de Andalucía y decidí utilizarla para presionar. No sólo salió bien y tuve la satisfacción de coger a mi empresa por los huevos, sino que me lo pasé en grande en la entrevista.

El director de Recursos Humanos no era el típico JASP, normalmente los más idiotas, sino un tipo de mediana edad, impecable, de gafas de pasta de colorines. Casi parecía uno de esos ejecutivos catalanísimos de los que van en el puente aéreo. También estaba el director del departamento al que me incorporaría, el típico cincuentón con cara de ingeniero desgastado.

Dispuesto a jugármela, interpreté el papel de sobrado matahombres y perdonavidas. Nunca he contado tantas tonterías seguidas sobre la ambición, las ganas de trabajar y ascender, el futuro profesional y la madre que los parió a todos. El RR.HH. tenía los ojos como platos, prácticamente deliraba con lo que estaba escuchando, era como un loggione enfervorizado y yo me sentía comodísimo en el papel de cantamañanas. El ingeniero releía mi currículo, aburrido en su puesto de apuntador, seguramente pensando que estaba más sonado que las maracas de Machín.

La pantomima concluyó con aclamación, al día siguiente a primera hora el RR.HH. me llamó ofreciéndome más de lo que había pedido. Y eso que me quedé con ganas de bisar.