Saturday, December 04, 2010

Hoy me he dado cuenta de que no me escandaliza en absoluto lo que han hecho los controladores aéreos. Es más: llamaría hipócrita a cualquier español que se declarara escandalizado por el asunto. Excluyo, claro está, al pobre diablo que se quedó colgado un día entero en un aeropuerto con la suegra y un grupo de Erasmus - borrachos - que venían a su casa (por séptima vez desde septiembre) para obtener de sus amantísimos padres otra remesita que financie su juerga en Dinamarca o Grecia. En su situación yo también echaría espumarajos, lo reconozco. La cuestión es que ahora que parece que se acaba el conflicto viene la fase de la opinología, actividad que excluye toda forma de raciocinio, y empieza el desfile de declaraciones del españolito de a pie al que se le llena la boca con expresiones como "escándalo", "culpables", "depuración de responsabilidades" y, por encima de todas, "sinvergüenzas". A los españoles siempre nos produce una intensa satisfacción lanzar esta palabra contra cualquiera a quien hagamos responsable de un perjuicio que hayamos sufrido (siempre injusto, por supuesto) y la mayor parte de las veces porque ha sido más listo, hábil o, precisamente, sinvergüenza que nosotros. Ni con la mejor voluntad del mundo consigo quitarme de la cabeza que noventa y nueve de cada cien españoles habríamos actuado exactamente igual que los controladores, de haber estado en su posición, en la defensa voraz, reptílica y amoral de sus privilegios. Lo cual me recuerda aquella vieja reflexión sobre el gusto con que la mayor parte de quienes lamentan la opresión pasarían a ejercerla. Estos señores son unos sinvergüenzas, sí, pero lo único que los separa de los demás es que son los sinvergüenzas mejor pagados de un país de sinvergüenzas. La gente se rasga las vestiduras no porque le parezcan abusivos los salarios de los controladores desde el punto de vista ético, sino simplemente por pura envidia. Los controladores aéreos son la concreción del sueño hispano de un trabajo con el que uno no sólo se forra, sino que exige pocas horas y además se juzga (con torpeza característica) fácil para cualquiera. Con la polémica estos señores además han demostrado ser unos estúpidos, puesto que han perdido para siempre su discreta posición en la sombra, exponiéndose a una opinión pública que está más necesitada que nunca de un blanco al que escupirle su sempiterno "sinvergüenza". Yo diría que casi los compadezco.

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