Sunday, January 16, 2011

Anoche salimos a cenar y tal por salir de la odiosa rutina de estudio.

En los restaurantes no había humo arruinando la comida y uno no tenía que esperar mesa durante media hora mientras cuatro imbéciles hablando estupidices acababan de fumar. Para que sean lugares civilizados sólo falta que algunos aprendan a no dar voces continuamente.

Incluso los locales de copas más pequeños, que hasta ahora se convertían en antros tóxicos tras una hora de estancia, eran sitios agradables donde uno podía estar tranquilamente.

Por la mañana la ropa no apesta, no se levanta uno con ojos, nariz y garganta arruinados, ni siente la necesidad de arrancarse el pelo para no seguir soportando la peste tabaquista.

Si a alguien se le ocurre cambiar la Ley del Tabaco yo me echo a las barricadas

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